Café au lait

Café París Carta Amor Relatos

Decía Ray Bradbury:

Durante un año escribe un cuento corto cada semana. No es posible escribir 52 cuentos malos consecutivos

¿Será verdad? Vamos a intentarlo. Cada domingo, desde este último de febrero, mi particular Reto Ray Bradbury.


Café Au Lait

Hoy he vuelto a pensar en ti. Quizás fueran los ojos de aquel gato negro mirándome desde el otro lado del bulevar, pero mis pies me llevaron irremediablemente hasta uno de aquellos pequeños veladores de mármol y forja, desde donde tantas veces te vi pasar.

El camarero trajo mi humeante café au lait y el vapor dibujó tu silueta, etérea, esa que tantas tardes posó para mí en aquel cuartucho de Edgar Quinet. Añoro aquellos días en los que jugaba a ser pintor, con mis blocs, mis cajas de lápices, el olor del óleo mezclado con el tabaco, y el de nuestros cuerpos entregados al placer y al arte.

Me entretuve un rato removiendo el café con la cucharita. Los círculos dibujados sobre la superficie me recordaron a los hoyuelos de tu cara cada vez que sonreías. Sólo por ver de nuevo esa sonrisa me habría alistado y partido hacia el norte en pos de tus pasos. Pero ambos sabemos que ni yo tenía madera de soldado ni tus dedos se hicieron para la esclavitud de mi alianza.

Después del primer sorbo, tomé entre mis dedos un terrón de azúcar. Adorabas deshacerlos en tu boca antes de besarme. Siempre decías que así bebían el té en Rusia aunque tú nunca hubieras pisado las estepas ni a mí me gustara el té.

No puedo ocultar mi nostalgia. Reflexionar sólo se me dio bien cuando el bourbon ocupaba el lugar de mi sangre; entonces garabateaba frenéticamente mis decisiones en un papel en blanco como quien escribe una carta, con su fecha, su destinatario y su final. Pero siempre acababa dibujando tu cuerpo, cada rincón de él quedaba trazado en el papel como una mala sombra de mi recuerdo.

Hoy he vuelto a pintarte entre sorbo y sorbo de amargo café. Cada lunar, un punto y aparte. Sólo Dios sabe lo que hubiera dado por haber tenido tu punto y seguido, haber continuado esbozándote, trazo a trazo, mientras las arrugas iban contando al papel nuestra historia.

He mirado atentamente al molino, por si te veía aparecer entre el gentío. Pero sus turísticas aspas no sabían darme señas. He bebido el último sorbo de mi café, con la mirada perdida en los precios de los macarons y los croissants. Ya nada a mi alrededor es como entonces, los bancos del paseo, las persianas de los edificios, el cristal de los ceniceros en los que, uno tras otro, he ido consumiendo mis cigarrillos.

El sol se está escondiendo dibujando de dorado la gran basílica en este campo de mártires mientras los pintores, con sus grandes carpetas, abandonan la plaza. Hace horas que el café se acabó y también la ginebra. Desde un rincón de la barra el camarero espera con paciencia que yo tenga la valentía de abandonar mi mesa o quizás de abandonarme a mí mismo.

Sigo pensando en ti. Te echo de menos. Tambaleante, una noche más, dejo atrás al viejo gato negro que me mira avanzar por el bulevar. Siento el frío de diciembre en este banco que me envuelve con tu recuerdo, feliz y sonriente con aquel bebé entre los brazos mientras mi cobardía te envuelve con los brazos de otro.

Mañana volveré al café, ojalá pudieras acompañarme esta vez.

38 Comentarios

    1. Gracias por tu comentario, Bruno. El protagonista podría ser casi cualquier artista del París bohemio de principios del siglo XX. Un saludo.

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  1. El pasado y sus errores no tienen vuelta atrás. Lo único que aportan son una gran nostalgia melancólica. Recrearse en ella no trae nada bueno, pero es lo mas humano que nos suele ocurrir. Un bello relato desbordante de triste romanticismo.
    Saludos y que los hados te favorezcan en el Tintero de Oro.

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  2. Un texto precioso, Beatriz, además de muy bien escrito. Me gusta mucho el ambiente melancólico que has recreado para albergar los recuerdos del protagonista y su propio diálogo interior.

    Un saludo y mucha suerte en el concurso 🙂

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  3. Bueno, Beatriz, creo que el reto comienza bien: el relato es realmente bueno. Esa taza de café, hábilmente relacionada con el proceso creativo del desventurado artista, funciona muy bien como eje vertebrador e hilo conductor de la historia. A través del familiar brebaje, el protagonista nos va desvelando sus doloridos recuerdos, viviendo el choque entre el feliz ayer y el desgraciado presente. Mucha Suerte en El Tintero. Un abrazo, Bea.

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  4. Dolorosamente hermoso. Con algunas frases inolvidables: «Pero ambos sabemos que ni yo tenía madera de soldado ni tus dedos se hicieron para la esclavitud de mi alianza.» Aunque se pueda intuir en parte por dónde iba a transcurrir el relato, me gusta que introduzcas al bebé en la quiniela, pues yo al menos no contaba con él para nada, y me ha gustado como elemento sorpresa.

    Muy bien llevado. Una narrativa impecable. ¡Suerte en El Tintero!

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  5. ¡Qué bonito, Beatriz, cuánta nostalgia brota de tus palabras! Gracias a tu texto, con unas frases escogidas con milimétrica perfección, me he visto en algún café de Montmartre, observando a tu protagonista, casi empatizando con él. En resumen, me ha parecido una preciosidad de relato, me ha encantado. ¡Enhorabuena!
    Aunque te deseo mucha suerte en «El Tintero…», no creo que la necesites…
    Un fuerte abrazo.

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  6. Te quedó un relato muy evocador que te hace reflexionar sobre las oportunidades perdidas y el paso inexorable del tiempo.
    Suerte en el tintero. Un abrazo.

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  7. Un relato conmovedor, para pensar en las oportunidades que nos brinda la vida y que dejamos pasar sin pensar en las consecuencias. Me gustó mucho la frase»ni yo tenía madera de soldado ni tus dedos se hicieron para la esclavitud de mi alianza» Me parece perfecta para definir la situación de los protagonistas.
    Muy bueno el relato
    Un abrazo Beatriz y suerte en el concurso.

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  8. Muy bonito, Beatriz, cargado de una melancolía de la que parece difícil que el protagonista se desprenda. Seguro que le podrá sacar provecho escribiendo relatos como este o dibujando un mapa de lunares que le recuerden lo que pudo ser y no fue.
    Coincido en la belleza de la frase «… ni tus dedos se hicieron para la esclavitud de mi alianza». Chapeau!
    Gracias por llevarme a dar un paseo por París.
    Un abrazo.

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  9. ¡Ay esa nostalgia que tan bien has sabido reflejar! El amor conjugado en tiempo pasado y además en el París bohemio o lo que queda de él.
    Muy bien Beatriz.

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  10. Seguramente es de los mejores relatos que te he leído, Beatriz. Una ambientación excelente, que sin estridencias está siempre presente en el fondo del relato, con ese ambiente bohemio y nostálgico de tiempos ya pasados, y con frases realmente brillantes que consiguen crear vívidas imágenes en nuestra mente. Un acierto, como te han comentado, introducir el bebé al final para huir de un final clásico. Enhorabuena por esa séptima posición en el Tintero.

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